La responsabilidad medioambiental llega al espacio paralelamente a los avances tecnológicos

Marcelo Leite (*)

Desde los comienzos de la humanidad, existe un dilema entre la necesidad cada vez mayor de usar recursos naturales y la urgencia por preservarlos. Ocurre que, en los últimos años, esta discusión superó los límites de la tierra y ha llegado también al espacio. A inicios del mes de junio, este fue el tema de la cumbre de los líderes del G7, evento que reunió a las siete naciones más desarrolladas del mundo. Durante el encuentro, los representantes de los países miembros fueron convocados a hablar sobre el tema y se comprometieron colectivamente con el «uso seguro y sostenible del espacio», realizando esfuerzos significativos para enfrentar el problema de la basura espacial.

Durante la misma semana, mientras los representantes de los países más ricos estaban preocupados con los desechos electrónicos en el espacio, el informe «Los niños y los basureros digitales» publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) trajo informaciones importantes sobre la basura electrónica aquí en la Tierra.

Según el informe, alrededor de 18 millones de niños trabajan con reciclaje de manera informal, procesando estos residuos y quedando expuestos a ambientes tóxicos que causan problemas graves a la salud.

Además de las semejanzas que existen sobre la preocupación con la basura electrónica en los dos ambientes, este debate sirve como trasfondo para la necesidad de considerar los beneficios que pueden traer la creación de las llamadas constelaciones de satélites de órbita baja y el peligro de coexistencia de estos equipos de manera poco armónica con un gran volumen de objetos que ya gravitan alrededor de la tierra.

Hablando de beneficios, los satélites de órbita baja tienen como principal función viabilizar la cobertura de banda ancha para millones de personas en países desarrollados y en vías de desarrollo; y eso se debe porque, a diferencia de los llamados satélites geoestacionarios (GEO), que están localizados a una distancia aproximada de 36.000 kilómetros de la tierra, los de órbita baja (LEO), que operan entre 500 y 2000 kilómetros permiten usar dispositivos menores y más económicos.

Esta distancia menor permite que los datos viajen velozmente y es conocido como latencia. Considerando que estos elementos viajan de manera más ágil, en las condiciones que el espacio ofrece (vacío), y más rápido que los cables submarinos de fibra óptica, los satélites de órbita baja son junto al 5G una de las tecnologías más innovadoras para los próximos años.

Los más entusiastas señalan la posibilidad de que la conexión por medio de satélites de órbita baja llegue al punto de establecer una cobertura total de toda el área de nuestro planeta con internet rápida y de calidad.

A pesar de esta posibilidad, el optimismo disminuye cuando notamos que estos satélites pueden aumentar la cantidad de basura espacial o hasta generar un riesgo de colisión entre ellos y el material que ya flota en el espacio.

Según el portal de la E&T Engineering and Technology, organización mundial especializada en compartir conocimiento avanzado para promover la ciencia y la ingeniería en todo el mundo, al participar de la cumbre del G7 la directora de la Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre de las Naciones Unidas, Simonetta Di Pippo, enfatizó la urgencia de estabilizar las operaciones espaciales globales.

«Debemos desarrollar actividades para el futuro ahora, para proporcionar un ambiente espacial seguro, protegido y sostenible para el mañana», dijo ella, elogiando la iniciativa de los líderes del G7 de colocar la sostenibilidad espacial en el centro de la agenda política.

La publicación también informó, que el año pasado, la Agencia Espacial del Reino Unido otorgó 1 millón de libras esterlinas para que siete empresas desarrollen proyectos para ayudar a eliminar activamente los desechos espaciales de la órbita. Recientemente, la agencia solicitó a las empresas especiales que presenten una nueva oferta para contribuir con un fondo de 800.000 libras esterlinas para desarrollar nuevos conceptos en las misiones de remover los desechos espaciales.

La participación del G7 en estos debates y las noticias sobre estas iniciativas muestran que, de una manera u otra, riesgos y oportunidades son evaluados con seriedad.

Esta es una noticia alentadora porque tanto en el espacio como en la tierra, la virtud está en el equilibrio. Entonces que vengan los satélites de órbita baja, que la internet rápida y de calidad se vuelva un bien universal y que haya control sobre los desechos espaciales.

*Marcelo Leite es Director de Estrategia y Portafolio de Sencinet

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